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adaptada al cine, j amplió asi su popularidad, precisamente porque, como dice Héctor Mendoza, el tema se habla convertido casi en un mito. Venía a ser, dentro del claro influjo naturalista, francés, que padecía Federico Gamboa, una versión mexicana de la Nana, de Emilio Zalá: recuérdese que el propio novelista y dramaturgo mexicano había visitado a Zalá, en París , hacia 1893, y lo llamó siempre »maestro respetadísimo y bien amado«. Por ello no llama la atención, ni es sorpresa en el ambiente teatral, que después de la versión escénica de Nana, que ofrece la »tigresa« Irma Serrano en comedia musical que ella misma califica de »el escándalo teatral del siglo«, haya surgido esta versión de Santa, igualmente en comdia musical, que fraguaron Héctor Mendoza, Luis de Tavira y Julio Castillo, que dentro del creciente repertorio cultural de la UN AM se presenta ahora en el Teatro Universitario, übicado en la avenida Chapultepec núm. 409. Así queda confirmado el milagro de que Nana y Santa se sigan muy de cerca, también en el teatro, tal y como ocurrió en la novelística. La línea novelística del siglo XIX mexicano en sus finales, y en los principios del XX, antes de la Revolución desde luego, registra las más diversas señales. A partir de Ignacio M. Altamirano, aparte otros de menor categoría, novelistas como Emilio Rabasa, Rafael Delgado, José López Portillo y Rojas, y Federico Gamboa, ponen en circulación naturaleza, rasgos peculiares, y humanidad, muy de México. Precisamente Federico Gamboa adoptaría una frase de Edmond de Concourt como epígrafe de su tesis naturalista en la novela: » Un romancier n’est, au fond, qu’un historien des gens qui n’ont pas d’histoire«, o sea: un novelista no es, en el fondo, sino el historiador de gentes que no tienen historia, a lo cual el naturalismo añadió la idea de que el ser humano es el primer animal doméstico. Santa representa uno de los fracasos de ese ambiente doméstico, repudiada por su madre j sus propios hermanos. Lo sorprendente para algunos será advertir que esta versión cómico-musical-erótico de Santa en el Teratro Universitario toma muy poco de la novela, sólo el burdel como sitio y algunos nombres, pues el propósito es crear un espectáculo propio, apartado de aquella novela que los adaptadores universitarios consideran de »escaso valor literario«, un espectáculo enfrentado a ese mito popular de la meretriz y que explica el propio Mendoza »nos ayude a situarnos dentro del teatro y dentro de un contexto de reconocimiento tanto individual como colectivo «. Así, el joven público universitario supera prejuicios sexuales y aplaude la desnudez del lenguaje y de las jóvenes intérpretes, desde luego la de la guapa Blanca Guerra que encarna a Santa, a cuyo lado colaboran Patricia Zepeda, Rut Noriega, Margarita Castillo, Patricia Eguía y Luisa Huertas, y el trabajo escénico de Armando García, Alejandro Bolívar y Antonio Vizcaíno; y quizá agradezca a la » tigresa « Irma Serrano el haber mostrado el camino con Nana, que ya en la novelística es el antecedcente de Santa y lo es de nuevo en el teatro. (por Antonio Magana-Esquivel)